Hoy en día, las empresas y profesionales, utilizamos las nuevas tecnologías para llevar a cabo nuestra actividad profesional por las posibilidades que nos ofrece.
A través de Internet, desarrollamos nuestros negocios, sin embargo, sólo alcanzarán el éxito aquellos que se adapten a este nuevo medio de trabajo, sacando el máximo partido de ellas.
Por otro lado, la ciberdelincuencia también está disparada. Y no es de extrañar. El anonimato que ofrece el uso de la tecnología para cometer delitos hace que sea muy rentable asumiendo un riesgo muy bajo.
La máxima de, “o te sacan el dinero o te convierten en dinero”
es una realidad para todos:
empresas grandes y pequeñas, administraciones públicas, estados y particulares, no se libra nadie.
Se trata de un aspecto de crucial importancia en un entorno interconectado y dependiente de la tecnología.
Por este motivo debemos intentar evitar la sobreexposición a la que nos vemos afectados por el uso de la tecnología y esto lo conseguiremos si sabemos protegernos.
De todos depende alcanzar un grado de seguridad y de confianza en el ámbito digital que permita un desarrollo económico favorable para todos.
Pero... ¿estas cosas a mí no me pasan?
Acabamos de decir que nos afecta a todos. Además, las pequeñas empresas y los autónomos somos un objetivo más fácil y barato de atacar, por parte de los ciberdelincuentes, que las grandes empresas y sus costosas y sofisticadas medidas de seguridad.
Tenemos que ser conscientes de que debemos proteger nuestros recursos, ya que nos arriesgamos a:
Perder información vital para muestro negocio.
No disponer de los equipos, sistemas o servicios cuando los necesitemos.
Que nos roben nuestro dinero.
Que nos extorsionen, secuestrando nuestros equipos informáticos al vernos afectados por ataques de tipo Ransomware o similares.
En definitiva, no podemos permitirnos que ni nuestros negocios ni nuestros clientes puedan sufrir perjuicio alguno.
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